Queremos exponer una queja formal ante el Patronato del Parque Nacional de Tablas de Daimiel por la restauración de las casillas de los pescadores. Jamás podríamos pensar que las restauraciones costaría al Parque la pérdida completa de estos elementos etnológicos que forman parte de la propia identidad de los pescadores y el Parque en sí.
Las diferencias que hemos encontrado en la restauración con las auténticas son monumentales. En las casillas originales, las paredes eran de piedra caliza sin cortar y las más antiguas tenían las esquinas de piedra y tapial en el centro. La argamasa para unir las piedras era de barro de la misma zona donde se asentaban. Como elemento imprescindible, la cal, como desinfectante, tanto para revestimiento de paredes exteriores como interiores. En las jambas de la puerta se solía incrustar un trozo de espejo, junto a la chimenea solían dejar un hueco en la pared, para poder dejar el salero y otros elementos de cocina. Por supuesto la falta de dinero no les permitía contratar a un albañil, las paredes no les salían totalmente rectas. Las casillas eran pequeñas, con puertas y ventanas pequeñas, para no perder calor. Las rejas de las ventanas eran elementos reciclados, como una bicicleta vieja, algún arado desechado por los agricultores. Para puerta se utilizaba una trilla vieja o cuatro tablas. En la estructura de los techos se empleaban las ramas y troncos de los árboles del entorno, por ejemplo los chopos y los olmos. Las ramas del taray eran rechazadas para esta función por ser muy retorcidas. Para entrelazar las ramas se utilizaba cordetas de esparto que en ratos libres se trenzaba. Los techos se hacían de carrizo, que cada 4 o 5 años había que echarle un lecho más para que escurriera bien la lluvia y al mismo tiempo sirviera como aislante, pues al ser terrenos públicos donde construían las casillas, no se permitía poner tejas para que no adquirieran propiedad los moradores. Transpiraba así toda la casa, a través del carrizo y el humo que escapaba de la chimenea, impregnaba con un poco de grasa los carrizos, que hacía un efecto insecticida. La chimenea para calentar la estancia era en su interior trenzada de carrizo y luego enlucida de yeso cogido en la misma ribera del Cigüela, cerca de Villarrubia. El exterior de las chimeneas era de ladrillo libiano y muy altas, para que con las chuscas no se prendiera el techo de la casilla que era de carrizo. Una de las peculiaridades del entorno de estas casillas singulares, eran en algunas, un pequeño huerto, con sus ciruelos, higueras y membrillos que guardaban para el invierno en conserva.
Las riberas de los ríos son la cuna de las grandes civilizaciones. Tradicionalmente en las orillas del río Guadiana y Las Tablas se asentaron familias cuya economía dependía directamente de los recursos que el río ofrecía. Sus habitantes han mantenido, a pesar de la explotación, sistemas altamente productivos desde el punto de vista ecológico.
En la cibanca (borde del río) sembraban mimbreras para la construcción de garlitos y nasas, elementos necesarios para la pesca del cangrejo. Los primeros garlitos eran de juncos, pero se rompían con facilidad y sin embargo los de mimbre resultaban resistentes y duraban mucho tiempo. Lo importante es que las casas de los pescadores reflejaban parte de la historia de nuestros ríos y un oficio ancestral básico de supervivencia, que generación tras generación han llegado a los años 70. En estas casas, a parte de solucionar la habitabilidad, eran cada una de ellas única, irrepetible, y la variedad de ellas en construcción, aumentan la diversidad cultural. No se puede hacer un molde repetible para todas, como se ha realizado en el Parque. Las casillas y la zona que dominaban formaba parte de su identidad. Es un hecho singular que una familia: padre, madre y 8 hijos vivían en una pequeña casilla. Cuando se casaba un hijo-a, a continuación en línea, aprovechando una pared, construían una nueva casilla pequeña y así sucesivamente con los demás miembros de la familia. Cuando aumentaba la familia o venían parientes a vivir a la zona, se construían otro grupo de casillas paralelas a las primeras dejando un espacio en medio, como una calle.
No nos olvidamos de María Pinilla, que en Reina de los Angeles puso una escuela gratuita para los hijos de los pescadores. Porque cada pequeña historia del río, cada fábula contada, cada hecho heróico, es leer el libro de la historia no escrita de las Tablas. Un ejemplo de supervivencia real y cercana: una familia en la isla del Morenillo, con 9 hijos, cuando por la guerra civil se llevaron al marido a la guerra y allí quedaron la mujer y sus hijos. Nos podemos imaginar la tenacidad y penurias de esta señora para sacar adelante a su familia en la isla y viviendo solo de los recursos del entorno.
Es por todo esto, tan entrañable y tan nuestro, que no podemos cerrar los ojos ante la restauración de las casillas que se está realizando en la actualidad.
Las formas constructivas junto a la orientación y situación son elementos imprescindibles para la interpretación de este recurso turístico. En el Parque Nacional también existen modelos de una buena restauración en la Casa de la Isla de Morenillo y La Quebrada (Estación de anillamiento de aves de S.E.O). Nuestras quejas van dirigidas a la mala restauración de la casilla de la Isla del Pan y conjunto de casas de Ricardo el pastor. Estas tienen las paredes de piedras cortadas y alienadas de forma perfecta, las chimeneas de piedra y muy bajitas, las puertas grandes de madera gruesa y con clavos de forja, las ventanas de gran tamaño, las rejas de forja, los tejados de chapa galvanizada (parece ser que lo van a forrar por la parte superior de carrizo) y un entorno arrasado y compactado por máquinas.
Ecologistas en Acción/ANEA/Ecologistas Manchegos de Daimiel
Las diferencias que hemos encontrado en la restauración con las auténticas son monumentales. En las casillas originales, las paredes eran de piedra caliza sin cortar y las más antiguas tenían las esquinas de piedra y tapial en el centro. La argamasa para unir las piedras era de barro de la misma zona donde se asentaban. Como elemento imprescindible, la cal, como desinfectante, tanto para revestimiento de paredes exteriores como interiores. En las jambas de la puerta se solía incrustar un trozo de espejo, junto a la chimenea solían dejar un hueco en la pared, para poder dejar el salero y otros elementos de cocina. Por supuesto la falta de dinero no les permitía contratar a un albañil, las paredes no les salían totalmente rectas. Las casillas eran pequeñas, con puertas y ventanas pequeñas, para no perder calor. Las rejas de las ventanas eran elementos reciclados, como una bicicleta vieja, algún arado desechado por los agricultores. Para puerta se utilizaba una trilla vieja o cuatro tablas. En la estructura de los techos se empleaban las ramas y troncos de los árboles del entorno, por ejemplo los chopos y los olmos. Las ramas del taray eran rechazadas para esta función por ser muy retorcidas. Para entrelazar las ramas se utilizaba cordetas de esparto que en ratos libres se trenzaba. Los techos se hacían de carrizo, que cada 4 o 5 años había que echarle un lecho más para que escurriera bien la lluvia y al mismo tiempo sirviera como aislante, pues al ser terrenos públicos donde construían las casillas, no se permitía poner tejas para que no adquirieran propiedad los moradores. Transpiraba así toda la casa, a través del carrizo y el humo que escapaba de la chimenea, impregnaba con un poco de grasa los carrizos, que hacía un efecto insecticida. La chimenea para calentar la estancia era en su interior trenzada de carrizo y luego enlucida de yeso cogido en la misma ribera del Cigüela, cerca de Villarrubia. El exterior de las chimeneas era de ladrillo libiano y muy altas, para que con las chuscas no se prendiera el techo de la casilla que era de carrizo. Una de las peculiaridades del entorno de estas casillas singulares, eran en algunas, un pequeño huerto, con sus ciruelos, higueras y membrillos que guardaban para el invierno en conserva.
Las riberas de los ríos son la cuna de las grandes civilizaciones. Tradicionalmente en las orillas del río Guadiana y Las Tablas se asentaron familias cuya economía dependía directamente de los recursos que el río ofrecía. Sus habitantes han mantenido, a pesar de la explotación, sistemas altamente productivos desde el punto de vista ecológico.
En la cibanca (borde del río) sembraban mimbreras para la construcción de garlitos y nasas, elementos necesarios para la pesca del cangrejo. Los primeros garlitos eran de juncos, pero se rompían con facilidad y sin embargo los de mimbre resultaban resistentes y duraban mucho tiempo. Lo importante es que las casas de los pescadores reflejaban parte de la historia de nuestros ríos y un oficio ancestral básico de supervivencia, que generación tras generación han llegado a los años 70. En estas casas, a parte de solucionar la habitabilidad, eran cada una de ellas única, irrepetible, y la variedad de ellas en construcción, aumentan la diversidad cultural. No se puede hacer un molde repetible para todas, como se ha realizado en el Parque. Las casillas y la zona que dominaban formaba parte de su identidad. Es un hecho singular que una familia: padre, madre y 8 hijos vivían en una pequeña casilla. Cuando se casaba un hijo-a, a continuación en línea, aprovechando una pared, construían una nueva casilla pequeña y así sucesivamente con los demás miembros de la familia. Cuando aumentaba la familia o venían parientes a vivir a la zona, se construían otro grupo de casillas paralelas a las primeras dejando un espacio en medio, como una calle.
No nos olvidamos de María Pinilla, que en Reina de los Angeles puso una escuela gratuita para los hijos de los pescadores. Porque cada pequeña historia del río, cada fábula contada, cada hecho heróico, es leer el libro de la historia no escrita de las Tablas. Un ejemplo de supervivencia real y cercana: una familia en la isla del Morenillo, con 9 hijos, cuando por la guerra civil se llevaron al marido a la guerra y allí quedaron la mujer y sus hijos. Nos podemos imaginar la tenacidad y penurias de esta señora para sacar adelante a su familia en la isla y viviendo solo de los recursos del entorno.
Es por todo esto, tan entrañable y tan nuestro, que no podemos cerrar los ojos ante la restauración de las casillas que se está realizando en la actualidad.
Las formas constructivas junto a la orientación y situación son elementos imprescindibles para la interpretación de este recurso turístico. En el Parque Nacional también existen modelos de una buena restauración en la Casa de la Isla de Morenillo y La Quebrada (Estación de anillamiento de aves de S.E.O). Nuestras quejas van dirigidas a la mala restauración de la casilla de la Isla del Pan y conjunto de casas de Ricardo el pastor. Estas tienen las paredes de piedras cortadas y alienadas de forma perfecta, las chimeneas de piedra y muy bajitas, las puertas grandes de madera gruesa y con clavos de forja, las ventanas de gran tamaño, las rejas de forja, los tejados de chapa galvanizada (parece ser que lo van a forrar por la parte superior de carrizo) y un entorno arrasado y compactado por máquinas.
Ecologistas en Acción/ANEA/Ecologistas Manchegos de Daimiel
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