Fuente: La Tribuna de Talavera, 11 dicembre 2009
Sobre el Puente Navarro pasa un bando de grullas. Anochece sobre la vega y los estorninos se aprietan en los cables de la luz. En el lecho de lo que fue Guadiana crecen tarays grises del mismo color que la tierra y el cielo. Hace muchos años que el Guadiana no lleva agua. El puente se desmorona pedazo a pedazo y deja a la vista la osamenta de caliza y barro de su interior. El puente se hunde en una tierra sin agua, y nadie hace nada por él.
Desde la presa miro hacia las Tablas. Un letrero del Ministerio pone, como un insulto a la lucidez, « ¡Peligro! No bañarse». No hay agua, ni una gota hasta donde alcanza la vista. No hay nada. Lejos, al fondo, unos tractores remueven el lecho de lo que fue la madre del Guadiana. Los camiones van y vienen cargados de tierra. Dos operarios pintan y arreglan las compuertas de la presa. Todo tiene que estar preparado para cuando llegue el agua del Tajo. Al fondo se mueven más luces. Intento montar las imágenes de lo que fueron las Tablas en estas Tablas de mentira, donde con la urgencia de la chapuza de última hora se pone todo en orden de revista, para cuando venga el ministro, presidente o secretario de estado de turno a inaugurar este pantano. Todo es irreal, excepto el gris del paisaje que se lo come todo con rabia, los cientos de cepas arrancadas que se agolpan en las cunetas, y los tarays petrificados a los que no mueve ningún viento. Cuando llegue el agua habrá fotos y discursos, pero todo será falso, una gigantesca operación de cirugía estética que no sirve para nada, porque el cadáver se descompone, que ya se le ha ido el alma y la luz a estas Tablas, a este Guadiana que grita tan profundo como el agua que ya no está. Ya es de noche. Paro un rato donde hasta hace menos de tres décadas, durante decenas de miles de años manaron los Ojos. Qué fácil es romper, qué imposible crear. Contemplo los esqueletos de los álamos negros junto a la basura acumulada en la cuneta. Miro a lo que fue Guadiana, a los Ojos. Una niebla baja, blanca y ligera, ocupa el lugar de lo que antes fue agua y río; como si marcara un camino o el hueco vacío donde una vez latió el alma de esta tierra.
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