Fuente: La Tribuna de Talavera, 13 noviembre 2009
Con G. El pasado viernes 6 fue uno de los días más desgraciados para la historia de nuestros ríos. El Consejo de Ministros aprobó el máximo trasvase a Murcia, Alicante y Almería permitido desde Entrepeñas y Buendía. Además, 20 hectómetros cúbicos para el Guadiana, destinados a encharcar lo que fueron las Tablas de Daimiel. Por si fuera poco, destinó cerca de 20 millones de euros para la construcción de una presa sobre el río Gigüela, para que el agua del trasvase no se “pierda” cuando el río alcanza el acuífero, al sureste de la provincia de Toledo. Esta obra supondrá que, sin ningún tipo de impacto ambiental, se destruya un buen tramo del río Gigüela, el mismo que ya fue parcialmente arrasado a mediados de los años 80 del pasado siglo en el primer intento de resucitar las Tablas. Entonces se canalizó su cauce, rompiendo el lecho impermeable de arcillas creado durante milenios, y convirtiendo al propio río en un colador. Leyendo estos días los periódicos y los informes de hace 25 años, te das cuenta que todo se repite, que no se ha aprendido nada, y que la excusa de salvar las Tablas servirá otra vez para destruir un poco más uno de los pocos ríos aún vivos y con agua de la Mancha.
El Gigüela, el Xíguela de los clásicos, es río discreto, que sale del piedemonte de la serranía se Cuenca y se mete en las tierras rojas y espesas de Segóbriga. Es río que en las carreteras y en las crónicas de estos días le han cambiado la G por C, que lleva alamedas delicadas y curso apretado cuando es joven; que se hace grande entre campos blancos y rojos, veteados en esa tierra donde la Mancha empieza a comer el horizonte, donde afloran restos de ciudades perdidas prerromanas; y que es un cadáver en su tramo final, roto y perforado por las máquinas, lleno de basura y aguas residuales; pero aún con resuello para criar espadañales y espesuras, con motillas perfectas desde las fotografías aéreas, sobrevolado de vez en cuando por aguiluchos laguneros, con reclamos de carricero tordal. Antes, las tablas del Gigüela con el Guadiana manado en los Ojos, formaban el paraíso terrenal. Ahora no hay nada. Todo es artificial, como la presa que le van a hacer al Gigüela, como el tubo por donde van a meter el agua, la del trasvase y la del propio río. Un despropósito de tal magnitud que, más que rabia, te deja impotente, porque no puede caber tanta ineptitud.
25 años después nada hemos aprendido. Esta primavera habrá patos en las Tablas, y dos o tres políticos se harán la foto y respirarán aliviados. Mientras, el Gigüela ya no será río, sino un canal con una presa que le parta en dos definitivamente. Qué fácil es robar la dignidad a una tierra y a un río, a su paisaje y a su historia. Qué fácil y qué triste.
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